"Speed-watching": qué dice la ciencia sobre ver videos o audios acelerados y la atención
Ver contenidos a mayor velocidad -una práctica cada vez más habitual en redes y plataformas- puede tener efectos sobre la concentración, la memoria y la forma de procesar la información, aunque los resultados varían según la velocidad y la edad.
Vivir en un mundo saturado de información lleva a muchos a acelerar el consumo audiovisual: reproducir videos, noticias o audios a 1,5×, 2× o más, con la intención de ahorrar tiempo o mantenerse al día. A ese hábito se lo conoce como "speed-watching".
Según especialistas del hospital que difundió el estudio citado, aunque acelerar ligeramente la reproducción puede parecer práctico, acostumbrar al cerebro a recibir datos muy rápido podría incidir en funciones cognoscitivas clave: atención sostenida, comprensión profunda y consolidación de la memoria.
Investigaciones recientes confirman lo complejo del fenómeno. En un estudio de 2025, al exponer adultos a videos instructivos acelerados, los resultados mostraron que en entornos con interrupciones, la aceleración puede complicar el procesamiento -aunque no siempre reduce la retención en pruebas de memoria- y podría afectar la percepción del contenido y la satisfacción del espectador.
Según los autores, el problema aparece cuando la velocidad supera cierto umbral: la carga cognitiva se vuelve excesiva, lo que puede traducirse en una comprensión superficial, menor consolidación del aprendizaje, y en algunos casos, fatiga mental.
Además del impacto cognitivo, hay una dimensión emocional y conductual. El consumo constante a alta velocidad puede generar tendencia a buscar dopamina rápido, disminuir la paciencia, aumentar la sensación de urgencia por resultados inmediatos, e incluso alterar los ritmos normales de descanso o concentración.
Expertos coinciden en que el "speed-watching" -como toda estrategia de consumo acelerado- podría ser útil en ciertas circunstancias puntuales (por ejemplo, repasar un contenido conocido o leer resúmenes rápidos). Pero advierten que, si se convierte en la norma, puede afectar la forma en que el cerebro procesa información, aprende o se relaciona con contenidos más elaborados.