Mujeres, trabajo y desigualdad
COLUMNA ESPACIAL por Paula Treuque
Hace un par de días una maestra del jardín envío un mensaje pidiendo disculpas por no tener conexión a internet, lo que impediría el encuentro con los niños de la sala. Pensé un segundo en ella y me acordé de los primeros días de este aislamiento, había aparecido su hijo en pleno meeting reclamándole el desayuno. Otra mamá que también es maestra nos contaba que su hijo no quiere saber nada con conectarse a las clases, que cada vez que le mencionan las actividades se enoja y todo termina en una situación angustiante. A pesar de eso, debe preparar las actividades para sus alumnos y crear casi diez propuestas para la semana.
Todas pasamos la angustia de la incertidumbre laboral, la exigencia de los jefes, el reclamo del cliente y la demanda de los hijos. Todas las ideas ya se nos agotan y los recursos que en mayor o menor medida tenemos, parecen insuficientes.
El 24/06/2020 el Ministerio de Trabajo y el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades, en conjunto dictaron una resolución que recepta la realidad que atraviesa a los hogares con niños y adultos mayores que necesitan de atención y cuidado.
Reconocieron -durante la vigencia de la emergencia sanitaria-, la posibilidad de dispensar de las tareas laborales, a aquellos trabajadores y trabajadoras, cuya presencia en el hogar resulte indispensable para el cuidado de niños y niñas menores de 6 años; el derecho a adecuar un horario compatible con las tareas de cuidado o de solicitar hasta dos interrupciones por jornada; el reconocimiento a la desconexión digital, que implica que la disponibilidad de trabajo debe limitarse estrictamente a la jornada legal o convencional.
Claramente la medida tomada deja al descubierto que el trabajo en casa no es sólo el laboral, también es el de cuidados, reconocido como un derecho para los niños y los adultos mayores. Sentirse seguros y contenidos, pudiendo acceder a la educación, al bienestar, a la salud.
Sin embargo, la compatibilidad de esas tareas debe encontrarse también en sintonía con las tareas productivas, que deben adoptar una nueva dinámica en este contexto de Pandemia, para evitar atentar contra la salud emocional y física de las madres.
Si bien parecería que en este contexto tener trabajo es un privilegio, en verdad es un derecho.
Mientras algunas mujeres intentamos sobrevivir en este mar de exigencias, algunas otras tienen impedido acceder a un trabajo en blanco, no por prohibición legal, sino social. Así y en medio de este complejo panorama, se encuentran en debate en el Congreso de la Nación tres proyectos de ley para que las personas travesti trans puedan tener garantizado el derecho a trabajar.
Con algunas diferencias, el proyecto que promueve la inclusión laboral trans, busca que puedan acceder a trabajos en el sector público y también privado; incentivos impositivos para las empresas privadas que contraten personas trans y travestis, la creación de un programa de sensibilización y un sistema de becas de capacitación para reunir los requisitos de idoneidad. En palabras de Delfina Brizuela, "acceder a un trabajo formal es una puerta de posibilidades, que por tantos años fue negado por el Estado. Implica poder estudiar, capacitarse, sobrevivir". La importancia de este impulso no es otro que la visibilización de la extrema vulnerabilidad a las que están expuestas estas mujeres. La violencia sufrida a lo largo de su vida viene de sus propios hogares, de las escuelas en las que sufren acoso y abusos, del club que no las acepta para hacer un deporte. Y se replica ese maltrato al carecer de un trabajo registrado que impide el acceso a la salud, a la vivienda y a la educación.
Esta demanda se refleja gracias al esfuerzo realizado durante tantos años por el colectivo travesti trans, que sigue reclamando un reconocimiento de derechos básicos y esenciales. El dictado de una ley deviene de antecedentes históricos e inicia un nuevo estado de situación. Claro ejemplo fue la entrada en vigor de la Ley de Identidad de Género y el Matrimonio igualitario que dieron la posibilidad acceder a un DNI, a que se reconozca la voluntad de los géneros autopercibidos, a heredar de una pareja, a poder ser amparadas por los beneficios de la seguridad social.
Si bien estas iniciativas del Estado ponen foco en las dificultades que atraviesan las mujeres y permiten encontrar una expectativa en mejorar nuestras realidades, debemos estar atentas a que se cumplan, que sean transformadoras de nuestra vida cotidiana y no sólo palabras de oportunos buenos deseos.